El montañero y explorador Heinrich Harrer (el mismo de Siete años en el Tibet) tituló el libro, donde narra su expedición por las lejanas tierras de Nueva Guinea, Vengo de la Edad de Piedra, y desde luego es un título muy acertado porque ese mismo sentimiento es el que tenemos todos los que nos hemos adentrado por los recónditos y a menudo poco explorados valles donde habitan los danis, yalis y algunas otras tribus.
A pesar de encontrarnos en el siglo XXI estos pueblos viven todavía en un estado de evolución muy primitivo, o al menos así era cuando yo recorrí aquellos andurriales.
Llegar al Valle del Balien, perteneciente a Indonesia y situado en la parte occidental de la isla de Nueva Guinea, no es sencillo, o mejor dicho lleva su tiempo. Primero hay que llegar a Yakarta, luego en avión hasta Jayapura y luego otro vuelo más hasta Wamena, siendo este último lugar el punto de inicio del recorrido por los poblados danis.
El territorio donde habitan estas tribus está repleto de altas montañas y de selva tropical. Adentrarse y caminar por estos parajes nos obligara a tener paciencia, el ritmo será muy lento, los resbalones son continuos, la humedad es permanente. A veces tendremos que cruzar tremendos puentes colgantes hechos de madera o de lianas, por las noches bajaran mucho las temperaturas y en las mañanas temprano hará frio y habrá una niebla omnipresente.
Todo esto no debería ser un impedimento para disfrutar de uno de los trekkings más bellos e interesantes que podemos realizar. A nivel antropológico es un viaje en el túnel del tiempo, retrocederemos a la Prehistoria. No es documental con actores, todo es real y veremos en vivo y en directo como vivían nuestros antepasados y como todavía lo siguen haciendo en estos recónditos lugares aislados.
Los hombres danis, al menos los más ancianos, todavía usan como única vestimenta “la koteka”, una calabaza alargada con la que se cubren el pene, nada más.
Alguno de estos objetos luce hoy en mi casa y confieso que a menudo los utilizo para gastar una broma a mis amigos menos viajeros.
Cuando curiosean entre mis estanterías repletas de objetos curiosos les pregunto si saben para que sirve ese objeto. La mayoría afirman que es una especie de recipiente para beber, exacto les digo yo al instante. Luego la mayoría se lo lleva a los labios para ver la utilidad de la extraña calabaza. Entonces es cuando les muestro una foto que tengo guardada y que muestra a un anciano dani con esa misma koteka cubriendo sus genitales.
La sonrisa de mis amigos se convierte pronto en una muestra de asco, apenas unos instantes antes tenían esa misma calabaza cerca de sus labios. Eres un……suelen exclamar.
Pero ya se sabe, cuando se viaja por lugares exóticos las cosas que se ven, a menudo no son lo que parecen.
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