Me gusta mucho la palabra caravasar, caravanserai, caravanserrallo, del persa “gayrawan” (caravana) y “sara” (habitación). Como no iba a gustarme si significa, alojamiento para caravanas. Por este motivo siempre que tengo la oportunidad de dormir en uno de estos legendarios alojamientos, aunque ya no quedan tantos en uso, no la dejo pasar.
Desde hace años, algunos dirigentes se empeñaron en bautizarlos como uno de los países integrantes del “eje del mal”, pero los que hemos viajado por Irán sabemos que en ese país la hospitalidad con el viajero se escribe con palabras mayúsculas y precisamente en Irán, en medio del desierto Dasht -e-Kevir, el Gran Desierto Salado, se encuentra un antiguo caravanserrallo, rehabilitado como moderno alojamiento.
Koupha Caravanserai Hotel, que así se llama el lugar, conserva en parte la estructura arquitectónica original y se dice que en él durmió el Shah Abbas de la dinastía safávida (siglo XVI). También se dice que este monarca mando construir más de un millar de estos útiles alojamientos por los que transitaban comerciantes y mercancías. Este que os estoy contando era paso obligado para las caravanas, que desde el norte, sur, este u oeste se dirigían hacia la rica y bulliciosa Ispahan.
Llegue tras un largo recorrido en coche. Me recibieron con una sincera sonrisa y un vaso de agua fresca aromatizada con rosas, pronto olvide el calor y el polvo tragado ese día. La cosa empezaba bien. Luego me asignaron la habitación. Era sencilla, construida con ladrillo y adobe, como todo el recinto. Sobre el suelo, una preciosa alfombra. La cama, grande y cómoda. No necesitaba nada más. Me tumbé, cerré los ojos e imaginé lo que debía suponer para los comerciantes, que durante siglos recorrieron los peligrosos caminos de la Ruta de la Seda, llegar a estos lugares donde podían descansar ellos y sus animales, reponer fuerzas, intercambiar información, conocer de antemano como variaban los precios de los productos que transportaban e incluso disfrutar con las bailarinas que a veces amenizaban las veladas.
Descansé un rato y a la hora indicada me dirigí al comedor donde entre otras cosas me sirvieron una deliciosa y refrescante ensalada. Su receta es sencilla y muy fácil de preparar y desde entonces la he hecho en numerosas ocasiones, ahora la quiero compartir con vosotros: se desgranan un par de granadas, se corta un pepino y una cebolla en trozos muy pequeños. Se mezcla todo añadiendo el zumo de un limón, sal y pimienta al gusto. Luego se espolvorea un poco de menta y se mete en la nevera. En poco tiempo estará lista. Os aseguro que con estos calores estivales la disfrutareis.
Tan solo dormiría una noche en aquel caravanserrallo, mi viaje debía continuar, pero os aseguro que ha sido uno de esos lugares donde más he soñado…
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