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Tapionero

LAS TIERRAS DE SIMBAD EL MARINO


Ni recuerdo las veces que habré leído en mi juventud las aventuras de Simbad, el marino. Me sabia de memoria los 7 viajes maravillosos del legendario marino por el Océano Indico. Cada viaje superaba al anterior y cada aventura era más emocionante que la precedente. Junto a Tarzán, Sandokan, el Tigre de Malasia y Daniel Boone, fueron mis héroes. Gracias a ellos descubrí lejanas y exóticas geografías y anhelé vivir yo también legendarias aventuras. No me importaban los peligros que correría, quería viajar por lugares misteriosos. Desiertos, selvas o mares llenos de piratas eran los escenarios con los que soñaba desde mi pequeña habitación.


Por eso cuando viaje al Sultanato de Omán, uno de los lugares que no quería dejar de visitar era la ciudad de Sur, allí donde cuenta la leyenda nació mi querido amigo Simbad.


Sur se encuentra a unos 200 kilómetros al sur de Muscat, la capital del Sultanato. Hoy en día la ciudad es un pequeño puerto pesquero situado en la costa del Golfo de Omán, pero allá por el siglo VI, fue un importante enclave en el comercio con el África Oriental. Pasear por sus estrechas y tranquilas callejuelas de casas blancas que llegan hasta el puerto y cruzarse con omaníes vestidos con sus impolutas “dishdasha” hace que también haga uno un viaje por el túnel del tiempo.


Uno de los lugares donde más disfrute, fue visitando un taller artesanal de dhows, esas pequeñas embarcaciones de vela árabe triangular, sostenidas por una botavara larga y prominente enganchada a un palo mayor. Se construyen con tablones de madera de teca de India uniéndose unas a otras mediante fibras de cocotero con costales para reforzar la estructura del casco.


Durante siglos los mercaderes árabes y persas utilizaron esta embarcación en sus largas travesías por el Océano Indico.


Todo esto me lo iba explicando con orgullo Ali, el encargado del taller, un bangladeshí, hijo y nieto de artesanos. “No utilizamos planos, todo está en nuestra cabeza, cada uno sabe su labor. Actualmente construir estos barcos de forma artesanal y utilizando madera, en vez de plásticos, es muy caro. Solo las ricas familias del Golfo pueden permitírselo. Para nosotros es un orgullo poder mantener esta profesión que aprendimos de nuestros antepasados".


Mientras deambulaba curioseando entre maderas, sobadas herramientas y cuerdas pensé que era un privilegio poder estar allí observando un trabajo que casi con toda seguridad desaparecería en unos pocos años.

Abandoné el lugar y situado frente al coqueto y majestuoso faro recordé aquello que dijo Simbad al partir de Bagdad en su sexto viaje: “Mi alma anhela los viajes".

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