Lamentablemente no tuve la oportunidad de conocerle en persona, murió demasiado pronto o yo nací demasiado tarde, nunca se sabe, pero confieso que comparto con él desde hace muchos años mi pasión por la Patagonia, ese inmenso y legendario territorio situado en el sur de Chile, allá donde acaba el mundo.
Alberto Maria de Agostini, misionero salesiano nació en el Piamonte italiano en 1.883 y llego al sur de Chile, ordenado ya como sacerdote, en 1.910, cuando como el mismo dijo:” la tragedia de los indios ya se había realizado.”
Entre 1.910y 1.943 realizo numerosas exploraciones por la Patagonia y Tierra del Fuego dejando una maravillosa y abundante herencia de miles de fotos. Además de un excelente fotógrafo fue también un experto y perseverante montañero, tardo casi medio siglo desde su primer intento hasta que consiguió llegar a la cima del monte Sarmiento de 2.450 metros y con algo mas de 60 años alcanzo la cumbre virgen del San Lorenzo de 3.700 metros. También cartografió territorios de los que hasta ese momento no existían mapas, y desde luego respeto comprendió y puso en valor la cultura de los indígenas que vivían en aquel territorio.
La primera vez que viaje a Punta Arenas lo hice con el propósito de visitar el Museo Regional Salesiano, era una asignatura pendiente que tenia desde que años atrás había descubierto la obra del Padre Agostini cuando adquirí en la la librería Platero de Buenos Aires el libro, Ai limiti del Mondo, un precioso libro repleto de fotos y explicaciones de los viajes del salesiano. Por cierto en la librería me regalaron una curiosa tarjeta que decía:” Hay dos clases de estúpidos, los que prestan libros y los que los devuelven.”
En el museo magallánico, creado en 1.893 por Mayorino Borgatello, otro misionero italiano, se encuentra parte de la historia de este gran hombre y también innumerables objetos de los cazadores tehuelches y onas y de los canoeros yaganes y alacalufes, indígenas originarios de estos territorios y que ya habían sufrido el encuentro con el hombre blanco cuando este llego y se instalo allí creando estancias ganaderas en los territorios habitados por ellos.
A los blancos les interesaban mas las riquezas que producía el ganado ovino que los hombres que habitaban aquellas tierras legendarias siendo diezmados en crueles cacerías. Los misioneros salesianos siempre protegieron y dieron refugio a aquellos nómadas, pero de poco valió.
Las variadas colecciones del museo han querido ser compradas en diversas ocasiones por instituciones y museos extranjeros pero los salesianos siempre declinaron la propuesta. Cosa que les honra.
En la planta baja se encuentra una sala dedicada al Padre Agostini con mapas, fotos y objetos suyos. Me emocioné cuando vi sus botas y su cámara fotográfica, esa que le acompaño en todos sus viajes y que le permitió mostrar al mundo aquellos maravillosos paisajes.
Como el propio Agostini dijo: “Miren la naturaleza, la geografía, las cumbres nevadas: allí esta todo”, y para alguien que había pasado mas de cincuenta años recorriendo lagos, ríos, cascadas, glaciares, fiordos, bosques y montañas esta afirmación es un valioso legado.
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